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Manual para la conformación de una idea incompleta del mundo

Por María Victoria Portelles.
Libro de artista y trabajo de tesis, Instituto Superior de Arte (fragmento) / 06.2004

I. Sobre la cartografía subjetiva y el método científico

–¡Pero usted es geógrafo!
–Exactamente –afirmó el geógrafo– pero no soy explorador.
– Antoine de Saint-Exupéry, El principito*

En mi proyecto el proceso creativo es pensado y llevado a cabo como exploración del mundo. Las interrogantes están referidas necesariamente a la noción de lugar y a los tipos de relación que se establecen en y con los lugares. Toda relación implica un modo de conocimiento, por eso también esta exploración del mundo conlleva un re-conocimiento del mundo, de la exterioridad. El énfasis de toda la propuesta se centra en el modo en que se produce tal relación. El problema está en la búsqueda y vivencia de experiencias de exterioridad que superen mediaciones como pueden ser las de las imágenes icónicas o los mapas; o sea, vivenciadas en los propios espacios recorridos durante un proceso de cartografía subjetiva que es, al mismo tiempo, un método de investigación que se constituye en el mecanismo articulador de una experiencia de exterioridad.

El “objeto de estudio” de la cartografía subjetiva son precisamente los problemas que se dan en torno a ese proceso de relación con el medio, con la exterioridad, a través de una serie de construcciones simbólicas del territorio. El producto simbólico puede surgir de dicho proceso o al revés, pero en cualquier caso éste se convierte en una investigación sobre la naturaleza del propio proceso.

Es evidente el énfasis sobre problemas de tipo epistemológico: el mundo y lo que conocemos de él. Sin embargo, la idea de la experiencia in situ asociada al proceso de conocimiento no significa la defensa de una postura neopositivista. El conocimiento que propone el positivismo está fundado en la verificación por medio de la experiencia (“ver para creer”) de una realidad que trasciende la historia, una realidad dada. En el mundo occidental el sentido más usado para tal comprobación ha sido el de la vista. La geografía como ciencia positiva también se funda en este precepto de la comprobación, de la “percepción pura”, corrigiendo los errores de la visión por medio de instrumentos especiales utilizados en la elaboración de mapas; lo que podría denominarse una especie de “percepción pura corregida”:

El mapa es la herramienta y el arma de la descripción científica de la Tierra. Es la base de la geografía, los ojos de la geografía son los mapas1.

El empirismo en sí no es, en mi opinión, lo que descalifica al positivismo; es su prescripción de la “percepción pura” lo que convierte al positivismo en una “visión debilitada” al hacer del “ver” la herramienta cognoscitiva fundamental, pero olvidando al sujeto “que ve”. La idea de una realidad trascendente no es posible porque “la realidad experimentada por los seres humanos es siempre producida históricamente”2. El conocimiento no es la búsqueda de una “verdad”: es, en todo caso, la búsqueda de la verdad de cada cual.

Para una cartografía subjetiva la observación también adquiere gran importancia, pero no como “percepción pura”, sino como práctica social, como una construcción de la realidad que es a la vez individual y colectiva; es decir, cultural. La pretendida “pureza” de la percepción no existe. Es como reza una de las pocas máximas en las que Gombrich y N. Goodman han coincidido: “el ojo inocente es ciego”3. Por tanto, es indispensable una postura primordialmente consciente hacia lo que nos rodea que convierta toda relación que establezcamos con el medio en una “construcción” mental, y más que eso, simbólica. La cartografía subjetiva, precisamente por eso, por ser subjetiva, lleva en su seno tal intención, porque la “construcción de la realidad” es una capacidad y una cualidad específicamente humana. El sujeto explorador va a la búsqueda del conocimiento del mundo no como una verdad inmutable, sino como verdad individual, como una construcción que cada sujeto hace de una realidad atravesada por la cultura. En este sentido la cartografía subjetiva puede ser definida también como un ejercicio de connotación.

Toda producción simbólica, se podría objetar, es igualmente fruto de un proceso mental activo de relación con el medio. A lo que yo digo: la búsqueda de “experiencias de exterioridad” no son ahí una condición esencial.

Pero, ¿qué son las “experiencias de exterioridad”? Exterioridad se refiere al espacio exterior, el afuera desde un punto de vista físico, en oposición al adentro de una casa, por ejemplo, que es el adentro por antonomasia. Cuando pienso en la exterioridad la asocio a la superficie de la tierra, lo que está entre el cielo y la tierra (o el mar), aquello que representa el mapa (no su representación). Ahora, una experiencia de exterioridad tiene que ver con la acción, con hacer cosas en el espacio de afuera (el adentro, pensando en lo que es una casa, es el paradigma de la pasividad, del reposo). Esta definición todavía se queda incompleta. ¿Qué tipo de cosas habría que hacer para que constituyan experiencias de exterioridad? ¿Saltar, correr, caminar? La cuestión no está en el tipo de acción, ni siquiera en la acción en sí misma, sino en la conciencia de la exterioridad. No se trata de un movimiento físico, sino de un movimiento mental, de una felicidad que nace de una necesidad de autoafirmación del ser humano hacia lo que lo rodea. La pregunta de Macomber después de haber cazado un enorme búfalo africano es bastante elocuente: “¿Se siente siempre esa felicidad cuando uno va a entrar en acción?” La recomendación de Wilson lo es aún más: “Uno no debe decirlo”4.

Cada productor simbólico podría darle un nombre distinto a lo que, siendo estrictos, es un proceso similar: cartografía subjetiva es la denominación que más se ajusta a mis intereses. No se trata de ningún descubrimiento, a lo sumo es un descubrimiento para mí. El proceso es asumido desde una perspectiva geográfica porque mi investigación se dirige hacia la “exploración de la exterioridad”, aunque en un sentido inverso al que propone la cartografía tradicional, en tanto debe incluir cierta relación de tipo emocional y experiencial durante el recorrido del territorio cartografiado. Esto no significa que durante el proceso de elaboración de mapas el cartógrafo no viva algún tipo de experiencia (después de todo no es un robot quien hace el trabajo), pero esta clase de “datos” no son de interés para el resultado final de su investigación. Podemos concordar en que datos como el del efecto que produce en el observador el aspecto de una montaña bajo la iluminación del sol sobre su lado este a las diez de la mañana, por poner un ejemplo fácil, no entran dentro de los intereses de la cartografía como ciencia; ello sirve en todo caso para contrastarlo con los de la cartografía subjetiva.

Etimológicamente la palabra geografía significa descripción de la tierra (del gr. , tierra, y graphia, descripción) y como ciencia éste es también su objeto de estudio, ya sea desde un punto de vista físico, político o económico. La geografía como ciencia no llega a separase de una concepción realista convencional y denotativa que concibe su investigación dirigida a la plasmación, por medio de las demás ciencias geográficas, de la realidad terrestre; es decir, lleva a cabo una operación cognoscitiva de identidad o semejanza que consiste en la reproducción de las relaciones constitutivas del objeto mismo, que es la relación que entabla un mapa con el paisaje que representa5. La geografía ve al mundo como algo dado, en el sentido que estudia relaciones de tipo espacial y relaciones humanas que se dan en los espacios, pero a manera de datos que conforman una realidad científicamente verificable: todo mapa adopta un sistema de proyección que indica las relaciones matemáticas existentes entre éste y una parte de la superficie del Globo.

En la cartografía tradicional toda la metodología empleada se pone en función de hacer desaparecer al sujeto que cartografía y sólo establecer aseveraciones sobre una realidad invariable e independiente. “Nosotros escribimos sobre las cosas eternas”, afirmó el geógrafo con que se topó el pequeño príncipe. Con respecto a qué elementos del mundo interesaban a su disciplina aclaró: “No anotamos las flores.” “¿Por qué no?” –preguntó el pequeño príncipe- “¡Es lo más lindo!” “Porque las flores son efímeras”6, le respondió el geógrafo; a lo que habría que agregar: y porque en esto interviene un criterio de valoración subjetivo.

Dentro de la concepción clásica de la ciencia, aquella que surgió durante la revolución industrial, o lo que es lo mismo, dentro de las “ciencias positivas” o ciencias en su sentido “estricto” o ciencias “duras”7, esto es lo que se denomina el método científico.

A pesar de todo, la geografía no deja de ser una construcción más del hombre frente al mundo que le rodea; a pesar, incluso, de que los representantes de su disciplina crean estar reflejando únicamente correspondencias precisas, trasponiendo en los mapas la realidad del mundo objetivo.

El mundo no es algo previo, por tanto, al «estado del mundo» que se refleja en el mapamundi (...) Un mapa del mundo desborda, por ello, incluso cuando se le considera desde un punto de vista meramente geográfico, las propias coordenadas geográficas, porque éstas han de darse a su vez, inmersas forzosamente en una maraña de ideas, explícitas o implícitas, al margen de las cuales las propias coordenadas geográficas perderían su significado: ideas relativas a los límites del mundo, al lugar de las tierras y de los cielos representados, ideas sobre la escala que el propio mapa utiliza, e ideas sobre la imposibilidad de que el mapa se represente a sí mismo (...)8

Las pretensiones de objetividad de la ciencia, que no son otra cosa que la instrumentación del método científico, son en realidad, según Humberto Maturana, pretensiones morales, no ontológicas9. El criterio de validez de las explicaciones científicas, para decirlo en sus propias palabras, no admite que las emociones distorsionen o invaliden la aplicación de dicho criterio. Dicho criterio se satisface al constituirse en una verdad consensuada por los miembros de la comunidad científica en el ámbito de las experiencias de cada uno de ellos como observadores estándar individuales. No obstante, las emociones influyen inevitablemente en la actividad científica como actividad humana que es. “Nuestras emociones no entran en la convalidación de nuestras explicaciones científicas, pero lo que explicamos surge a través de nuestra emotividad”10, dice Maturana; o sea, funcionan como estimulación por cuanto las explicaciones científicas son generadas dentro de la “praxis de vida del observador estándar como ser humano”, pero no se aprueba que interfieran en el criterio de validez de sus explicaciones, de manera que “la ciencia permanezca como un ámbito cognitivo siempre abierto para la comprensión y práctica de todos los seres humanos”11, es decir, que conserve su carácter universal.

La cartografía subjetiva, como método investigativo en el que se privilegia una relación de tipo experiencial con el medio, contrasta con el método científico usado por la cartografía tradicional. Se trata, tanto en uno como en otro caso, de un problema de actitud frente a la realidad del mundo.

En la cartografía subjetiva la actitud puede ser resumida en la metáfora de la brújula: el sujeto explorador se constituye en centro en su relación con el mundo, tanto desde un punto de vista físico como subjetivo, es su desplazamiento el que va transformando la realidad. La implicación subjetiva –lo que quiere decir particular o individual del sujeto explorador- se erige en arquetipo de las relaciones subjetivas de otros tantos sujetos exploradores posibles. Tales relaciones se encuentran siempre dentro de una dimensión constructora del mundo en la que lo fundamental no es la presencia objetiva de determinados elementos de la realidad ni su comprobación, sino el acercamiento que establecemos hacia ellos en la búsqueda de las experiencias de exterioridad.

[...]

VI. El proceso de relación con el medio

La cartografía subjetiva incluye una investigación sobre un proceso (proceso de conocimiento del mundo) que es a la vez individual y colectivo. Nuestra relación con el mundo es individual y colectiva al mismo tiempo porque está determinada por factores culturalmente condicionados que condicionan también lo que conocemos sobre lo que nos rodea, pero es además un proceso en el que se lleva a cabo una “construcción” subjetiva del mundo. Dentro del aspecto particular con que cada sujeto construye lo que le rodea de acuerdo a su dinámica experiencial, existen ciertas invariancias comunes a todos puesto que todos somos seres humanos. Por muy individual que sea nuestra relación con el mundo siempre estarán presentes estas ciertas regularidades.

Y aun cuando la física y la historia natural nos muestran que la imagen del mundo pude ser fácilmente resumida en la imagen del río de Heráclito, nuestra imagen también está llena de permanencias, de pesanteces. No podemos percibir un cambio sin un fondo, sin una invariante que haga percibir el cambio. (...) la coherencia de nuestra imagen del mundo, compuesta de niveles y jerarquías está garantizada de tanto en tanto por la presencia de un “metanivel inviolado” que se asume como fondo, como invariante sobre la cual se destacan niveles y objetos “violados”, es decir, sometidos a un juego de cambio y a menudo de extravagante entrecruzamiento. (...) Para que se dé el conocimiento debe darse ese metanivel16.

Este “metanivel inviolado” es consecuencia de lo que lo seres humanos somos, de lo que tenemos en común. La cartografía subjetiva se da necesariamente desde lo individual. El proceso de conocimiento del mundo es individual y colectivo, pero la investigación se da desde lo individual; lo cual no excluye (no es posible) la presencia de regularidades dentro de la individualidad. La investigación no podrá ser ajena a esta especificidad.

Ahora, la individualidad del sujeto explorador (en tanto productor simbólico) se reafirma al seleccionar y connotar determinado aspecto que interesa a su investigación subjetivo-simbólica. Connota simbólicamente y el ejercicio se efectúa asimismo desde los terrenos de lo simbólico.

La cartografía subjetiva opera a la manera de levantamientos. Un "levantamiento" en topografía es el procedimiento que se sigue para situar en un una red de triangulación los detalles del terreno que se pretende trasladar posteriormente al mapa. En el caso de la cartografía subjetiva se realizan “levantamientos subjetivos”, por cuanto los “detalles del terreno” que se cartografía no responden a su existencia física, sino a un proceso de relación experiencial que el sujeto mantiene con el medio en los territorios seleccionados. Un proceso que se desarrolla a partir de esta relación experiencial con el territorio, pero también a partir de una relación simbólica (a través del arte), de reflexiones simbólicas sobre la exterioridad que concluyen en “levantamientos simbólicos” de un determinado entorno geográfico. El vínculo insalvable entre una relación subjetiva y otra simbólica con lo que nos rodea es parte constitutiva de toda producción artística.

Todo esto quiere decir que la motivación cartográfica no siempre tiene que surgir directamente sobre el terreno. Pueden establecerse “reflexiones de exterioridad” cuya puesta en práctica induzca al recorrido. El explorador da cuenta de relaciones que se producen en determinados territorios y propone una experiencia simbólica derivada de esta reflexión de exterioridad. El proceso de recorrido de un territorio no es necesariamente lo que desencadena el hecho simbólico, aunque pudiera ocurrir. La reflexión induce que el hecho simbólico se verifique en el terreno (proceso cartográfico), lo cual concluye en una experiencia de exterioridad.

Para una cartografía subjetiva las preguntas formuladas serían las siguientes:
(Estas preguntas se formulan en plural, pero en realidad están condicionadas por su singularidad. Sólo un supuesto o formulación a posteriori, ya que por lo general las interrogantes no se efectúan de una manera tan racional.)

  • -¿Dónde estamos y dónde no (o dónde podríamos estar)?
  • -¿Qué está a nuestro alrededor y qué no?
  • -¿Qué relaciones establecemos con la exterioridad? (con lo que nos rodea en y más allá de los límites de lo cotidiano.)
  • -¿Qué tipo de conocimiento tenemos sobre todo ello?
  • -¿Qué aspectos influyen en nuestro conocimiento? (Las preguntas que siguen amplían esta interrogante.)
  • -¿De qué elementos de la geografía nos hemos valido en el conocimiento del mundo? (En este caso estoy pensando en convenciones tales como los paralelos y meridianos, los puntos cardinales, lo husos horarios y las simbologías de todo tipo que aparecen en los mapas, además de técnicas como las empleadas en la propia confección de mapas, las técnicas de levantamiento topográfico.)
  • -¿Qué niveles de acercamiento nos han permitido?
  • -¿Cuáles otros aspectos, como lo pueden ser la percepción o los medios de representación, influyen en la idea que tenemos sobre lo que está a nuestro alrededor? (Estos aspectos, de hecho, influyen en todos los individuos de manera bastante similar porque son fenómenos o propiamente humanos o culturalmente generados.)
  • -¿Nos basta con eso? (Aquí estaba pensando en aquellos sitios que sólo conocemos por imágenes, aquellos lugares que “sabemos” pero que jamás hemos “visto”.)